En homenaje a mi hermano Jesús Santrich
Dax Toscano Segovia
Fue en el año 2009 que conocí personalmente a Santrich. Era víspera de semana santa. Tenía una imagen muy clara de él ya que antes lo había visto en el documental titulado Guerrilla Girl, en el cual el Comandante guerrillero aparecía como instructor de jóvenes que recién ingresaban a las FARC-EP. Era tarde cuando arribé a su campamento guerrillero, en el cual también se encontraba Iván Márquez. El recibimiento fue muy afectuoso. Recuerdo que inmediatamente de mi llegada, empapado de sudor, me convidaron a degustar una rica comida guerrillera. Fue en esa ocasión que se empezó a forjar nuestra amistad y camaradería. En una noche en el campamento, Santrich me invitó a su caleta para conversar. Una de sus pasiones, entre tantas que tenía, era la poesía. Tenía varias escritas por él en pequeños papelitos que me los daba para que yo los lea. En ese tiempo él aún no había perdido totalmente la visión, pero ya el proceso se había vuelto irreversible debido al glaucoma. Pasamos así hasta muy tarde, alumbrados por la luz de una pequeña linterna. Santrich era un hombre de una sensibilidad extraordinaria. Le gustaba mucho la música, la pintura. Tocaba muy bien el órgano, el saxofón, la flauta traversa, la armónica y también la guitarra. En Bogotá, cuando lo visité junto a mi hijo Fidel, en la casa de seguridad en la que él se encontraba, tocó un par de canciones. Fue la última vez que lo vimos personalmente. Fue la época en la que Santrich en solidaridad con los guerrilleros presos que no habían sido liberados por el Estado colombiano, como se había determinado en los acuerdos de paz, decidió llevar adelante una huelga de hambre. Recuerdo que Trichi tenía una sorpresa para una muchacha que fue la casa a conversar y que estaba embarazada. Él le había comprado algunas cosas para él futuro bebé y una cuna. Brindaba mucho cariño a las personas y era muy generoso. Una de las características que siempre admiré en él fue que, a pesar de su ceguera, nunca dejó de hacer las cosas que le gustaban. Pintaba muy lindo. Tengo la suerte de tener una pintura autografiada por él que me obsequió en La Habana, al igual que lo hizo con mi padre, con quien también inició una linda amistad.Sus poemas me deleitaron cada vez que los leía. En Versos Insurgentes se recoge algo de su obra de la cual destaco “Guerrillera”, “Fuego Bolivariano”, “Mi sencilla condición”, “Carta de amor” o “El Soneto del terreiro”. Sus ensayos también me cautivaron y creo, sin exagerar, que fueron la razón fundamental de querer con fuerza a nuestro Libertador Simón Bolívar. En el campamento en el que estaban Iván y Santrich había un hermoso cuadro con el rostro de Bolívar. Recuerdo siempre la defensa a ultranza del pensamiento del Libertador por parte de los camaradas. Conocí a Bolívar gracias a mi padre que por medio de la música de Alí Primera o de Los Olimareños, me acercó al héroe de la Patria Grande. Pero fue Iván y Santrich quienes me hicieron saber de su verdadera dimensión política y de su obra libertaria. En estos tiempos, Santrich estaba escribiendo nuevamente sobre el pensamiento y acción del Libertador. Pero no solo fue sobre Bolívar que escribió el camarada. Su prosa abarcó otras temáticas. Y nuevamente fue él el que me hizo conocer en otra dimensión a otros extraordinarios personajes: el genio de la música clásica, Ludwig van Beethoven y Leftraro, Lautaro, líder de la resistencia mapuche. Con Trichi pude compartir momentos especiales. Él era un hermano para mí. Su amor sincero para con mi hijo, aún pequeño cuando lo conoció en Cuba, fue algo fundamental para quererlo más. El humor y su capacidad de reflexión de la realidad concreta, fueron otras de sus características. Fue un experto “mamador de gallo”, como dicen en Colombia. Siempre lo vi positivo, alegre, aún en los momentos más difíciles, aunque de ninguna manera dejaba la seriedad para las tareas en las que estuvo implicado. Pude ver su ardua labor para sacar adelante los acuerdos de paz en Cuba. A él y a Iván se debe mucho en este sentido, siempre convencidos de que la organización guerrillera no podía entregar las armas a cambio de nada al Estado colombiano. Fueron otros los que condujeron el proceso por un camino distinto al planteado inicialmente en La Habana, lo cual fue cuestionado por Santrich e Iván al darse cuenta de la perfidia. EEUU lo tenía en la mira. Primero montaron una operación para involucrarlo en el tráfico de drogas. A toda costa querían extraditarlo y para ello contaban con los buenos servicios del gobierno criminal de Duque y del entonces procurador colombiano, el corrupto Néstor Humberto Martínez. Nada cierto hubo en las acusaciones contra Santrich. Una operación fraudulenta que no tenía como sostenerse, pero que gracias también a los buenos servicios de falsimedia se pretendió posicionar como verdad. Fue a las mercenarias y los mercenarios de micrófono que Santrich puso en su sitio para demostrarles su falta de ética, de profesionalismo caracterizado por el ejercicio permanente de la mentira y la estigmatización sobre la lucha revolucionaria, tal como hoy lo hacen con las movilizaciones llevadas a cabo por el pueblo colombiano. Luego de tantos años en la montaña, Santrich pudo haber aceptado ser parte del establecimiento, aceptando su curul en el Congreso, sin cuestionar nada. Desde el inicio no comió cuento. Fue solidario con sus compañeros encarcelados, denunció abiertamente las modificaciones al acuerdo de paz y la traición del gobierno, así como de dirigentes de las FARC a lo que inicialmente se había pactado. Muchos cobardes desde las filas de la organización a la que él pertenecía, pretendieron ensuciar su nombre y hasta reprodujeron el discurso oficial sobre sus supuestos vínculos con el narcotráfico. Canallas y miserables. Santrich sabía que en la lucha se puede vencer o morir. Es muy doloroso lo que hoy enfrentamos al saber de su asesinato y la forma en que se produjo que, según las primeras informaciones, se trataría de una operación especialmente diseñada para liquidarlo o quizás para capturarlo y llevarlo a EEUU. No es casual que en estos días se haya autorizado precisamente su extradición a ese país. Trichi fue un gran comunicador. Pese al bloqueo puesto en las redes sociales contra las páginas de La Segunda Marquetalia y del Partido Comunista Clandestino Colombiano (PC3), él daba batalla a través de diversos espacios. Ponte trucha camarada, decía Santrich que también firmaba sus escritos sin pelos en la lengua como El Disidente. Nos han golpeado. Siento dolor profundo, aunque siempre supe que algún día la noticia sobre su muerte llegaría, por las condiciones lógicas de la guerra y del trabajo permanente de persecución del Estado colombiano, con el apoyo de EEUU, Israel y grupos paramilitares contra las fuerzas revolucionarias. Pero aun sabiendo que eso siempre es una posibilidad, no deja de causar tristeza y de lastimar el corazón de quienes amamos a hombres y mujeres que luchan por la vida, aún a costa de la suya.Quiero enviar un mensaje solidario a Iván Márquez. Conocí la profunda amistad que lo unía con Trichi. Sé que para él es uno de los mayores golpes que haya recibido. Hermano querido, cuídese mucho por favor. No se puede bajar la guardia, las medidas de seguridad deben ser norma fundamental del accionar guerrillero. Ahora irán tras de usted, tras del Paisa. Son hienas salvajes que no descansarán hasta lograr sus protervos objetivos. Cuídense, porque si bien en la lucha hay compañeras y compañeros que caerán, es necesario preservar la vida para fortalecer la organización y continuar con las metas trazadas. Trichi querido, te vamos a extrañar. Tu ejemplo guiará siempre mi camino y el de mi hijo. Jamás te olvidaremos. ¡Venceremos!